Admito
ser
nieve en el calor masacrado,
sin
poder regenerar su corriente de lava
Me
asedian puntos suspensivos
de
la oración perdida
entre
sedosos brotes de nostalgia.
Habla por mí el abandono,
a
veces cerrado
como
una flor sin latido,
a
veces abierto,
como
el descenso inacabable del agua
que
ya no purifica.
Delimito
tierra y cielo,
con
una línea alterada con falsos tintes.
Acaricio
paisajes en niebla,
por
si curan las heridas del otoño
y
alcanzo una sílaba que me pronuncie.
¿Dónde
el hilo que engarza el ayer
con
nubes desprotegidas?
¿A
dónde el silencio transeúnte de mi boca,
rendida
ante la magnificencia
de
un reclamo deshecho?
Admito
condecorar con suspiros
aquel escenario de acacias internas.
Admito,
y
no admito, que una espiral vertiginosa
me
impulse a danzar,
con
mis rotas zapatillas de ballet,
donde tu mirada no llega.