Abrigar la magnitud
que
en sublimes embates
acordona
el deseo.
Unir
labios bajo lunas partidas,
como
si la arena siguiera
siendo lecho
del delirio
clavado
en la piel.
Percibir
armonías musicales,
temblorosas
como voz
en
su último intento
de
ser premiada con un sí
hasta
la consumación de la vida.