Desatiendo
el murmullo de los árboles
cuando
al atardecer
se
convierten en prisioneros de sí mismos.
Me
acostumbré a no mirar lo que veía,
a arder
en hogueras apagadas
con
lluvias tan insistentes como el reclamo
que
arañaba mi frente.
Un
poco más de nada,
rebosa
este climax de ningún asombro.
Un
mucho más del reto desarmado
no
aumenta la capacidad de mis sentidos.
Si
borrando aniversarios lograra
amapolas
sin fechas
y
paseos nocturnos
–dos
siluetas bajo el mismo paraguas.
Da
vueltas el corazón de la desidia.
Ni
el más bello poema me perfuma.
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