No sabías
que podría romperme
cuando tus labios guardaran
el último silencio.
Ni que al dejar
el calor de tus manos
mi piel sería campo baldío
sin más consuelo
que una lágrima huérfana.
Nunca supimos
que la nieve brota
en el corazón de quien ama,
ni que la hora marcada
con desgarro de vida,
tuviera sabor a amargura.
Sólo supimos
alargar el perfume de la rosa
cuidando cada uno
de sus pétalos cansados
y abrir cada día
como se abre un beso
al roce mágico del sol.
No me queda más que regreso
para seguir siendo en ti,
como antes de la nieve.
Pilar Carmona.
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