Se
clavan la luz,
anulan
colores
para
ubicarse en lo negro,
refugio
sin vistas
tras
un muro de ácaros.
Olvidan
sus pies descalzos
en
cada huella petrificada,
envuelta
con murmullos
de
ceniza.
Perdidas
sus coordenadas,
hacen
amagos
de
crisis devoradoras,
niegan
y se niegan en brotes
de
rimas consonantes.
Ellos,
días
atrapados
en su ruina ,
no
saben
que
en un papel mojado
se
puede leer un poema
tan
bello
como
la caída de las hojas
en
otoño.
Estremecedor poema, amiga. Me gusta sobre todo la última estrofa. Un placer leerte.
ResponderEliminarFelicidades y besos. María
Muy agradecida siempre, María. Besos, amiga.
ResponderEliminarPilar