Buenas
noches, silencio.
Heme
aquí de nuevo
en
tu remanso clandestino
vestida
de fechas
y
de harapos que desgastan la luz.
Tú
no sabes de muerte
ni
de rosas que se diluyen
cuando
miran al acantilado.
No
entiendes por qué el sollozo
te
roba protagonismo
y
se balancea en tu ingravidez.
Nada
dices cuando el lamento
se
solidifica y golpea realidades
hasta
desgajarlas.
Nada
sabes
nada
entiendes
nada
dices.
Pero
estás
y
en tu cobijo invisible
recuerdo
trinos de otros mundos
paralelos
a mi desorden.
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