No al lamento que erosiona lo azul,
anega de temblores la fe
y obliga a ser esclavos de su círculo.
No a mentir-nos sabiendo que la verdad
es un templo grandioso
que al profanarse nos sepulta.
No, sin rodeos, al desgaste impuesto
por signos que no existen
más que en nuestros temores.
No a palabras encerradas en la cárcel
de nuestros labios,
sin otro mensaje que su muda derrota.
No a las suaves golondrinas
que reniegan de versos
y se disecan entre pared y espada.
Sí a “Los girasoles” de Van Gogh
en nuestra mirada,
a la sinfonía “El lago de los cisnes”
en nuestra piel,
a un poema de walt Whitman,
para volar alto,
a la sorpresa asida a cada despertar,
aunque no amanezca.
Sí, al amor que está vivo
a pesar de todas las muertes.
Pilar Carmona.
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